jueves, 4 de septiembre de 2008

Dios y la Escritura - por Juan Arabia y Leonardo de León





“¡Oh, dicha de entender, mayor que
la de imaginar o la de sentir!”.

J.L.B.




12: Solo una vez esa idea llego hasta mí, y resulto atroz. Fue una imagen, y no palabras, quienes resolvían el enigma. "Era, Dios la última palabra, y la primera de ellas".
Intenté, como un niño, disuadirla en la arena para darle vida a su reflejo. Pero resulto imposible, ¡Oh tarea de los sabios, de los enfermos y descreídos!

H.Z:
Pero descubrí casi enardecido, que Dios era la arena y el reflejo, y mi intención, y los sabios, los enfermos.
Pero mi idea no era Dios. No. Mi idea era mía en ese momento. Éramos la idea y yo en medio de un Dios que creábamos juntos.

12:
¡Nietzsche y los incrédulos brotan en ti como una máscara de hierro! Has escuchado más de lo que has visto, y olvidado más que lo que sientes. Enardecido estabas, viejo amigo, y enardecido te prefiero, y el mundo te prefiere.
Pero si de esa forma lo proclamas, quiero escuchar tal idea. Si no era Dios ¿Que forma era?

H.Z : Era la forma de una caricia pero no de la mano; de un paso pero no del pie. Era la forma de un ciego pero no la de sus ojos. Dios tenía la forma del aire en el aire, del agua en el agua.

12 : Pero si de tal claridez resulta tu imagen, hermano que tan hermosa idea tiene.
¿Porque no podemos describirlo sino por las formas que lo acontecen?
¿Habrá un lenguaje perdido, que solo los elegidos entenderán?

H.Z.: Sí, hermano de siempre. Y el elegido es el más burdo y el más anónimo. Dios debió enfadarse con el popular Mesías que le dio suceso. Y ese Mesías debió de mentir ante el castigo que se sabía cierto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quería decirles que disfrute mucho del texto, no solo por la idea en sí misma (que cabe decirlo, me resulta por lo menos interesante), sino también por la riqueza de metáforas implicadas en él que denotan simpleza, pero a la vez, una gran profundidad.
Mis mejores augurios para el proyecto de Megafón.